.

.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La magia que puede esconder la lluvia...


“Las palabras están aquí, tanto si las leéis como si no.
Y ningún poder terrestre lo puede modificar.”
Joan Brossa
(Versos extraídos del poema El Tiempo)



Está lloviendo… y la magia de aquella noche,  vuelve a acariciarme en una sucesión de acordes desde el sonido de un timple canario.  ¿Quién iba a decirme aquella noche, que detrás de aquel paraguas, descubriera esos ojos grandes que escondían una mirada especial?



             La tarde empezaba nublada y brumosa, la obviedad llamaba a la lluvia, que pronto despegaría sobre el techo que nos cubrió durante la actuación de aquella noche. Un concierto especial, sobre todo por su objeto benéfico y que continuaría, una vez más fuera del escenario, rodeado de buenos amigos y amigas, que brindábamos al compás de las guitarras callejeras. Mientras, el pañuelo de mi cuello, me protegía de aquel suculento frío, frío que ejercía el papel de clave de sol, y en donde las sonantas y las gotas de lluvia, ponían la altura musical, a través de su sonido.

           Pero a lo largo de la noche, apareció ella… Llevaba un pañuelo de rallas que tapaba su escote, junto aquella cazadora de cuero, y una mirada única, que le hacía tener un encanto respectivo. No pude mantener conversación con ella en ese instante, pero la miré a los ojos y me sonrió, fue la señal que necesitaba, para poder transmitirla desde mi anonimato, mi guiño interior. Tras la salida de aquel local, la lluvia era cada vez más fuerte y gracias a su paraguas, con su permiso correspondiente, me protegí de aquel chubasco y me sirvió para acercarme a ella y comenzar a dialogar.  

         Seguía lloviendo… el diálogo se convirtió en besos, en abrazos, en alegría, en sonrisas cómplices… pero en ese instante no solo fueron sus besos, los que harían olvidarme de todo (incluso de lo mojado que me había dejado aquella maldita o bendita lluvia), sino toda aquella magia, que nos envolvía debajo de aquel porche y que nos protegería de todo lo que sucedía a nuestro alrededor, descubriendo así el amanecer, sin darnos cuenta.

          El olor a tierra mojada, me hace recordar que todavía guardo el aroma, de aquella noche mágica. Y me sigo preguntando: ¿Quién iba a decirme aquella noche, que detrás de aquel paraguas, descubriera esos ojos grandes que escondían una mirada especial?


1 comentario: