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lunes, 30 de septiembre de 2013

Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad...

El refranero popular, siempre está presente a lo largo de la vida. En muchos casos llevan razón, en otros quizás no tanto, pero la sabiduría del pueblo, está ahí para ayudarnos a aprender, la lección del día a día.



            Hay un refrán popular que dicta: “Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”.

            Los niños, esas personas imaginativas, libres, que se entregan en cuerpo y alma por hacer de su mundo fantástico, una realidad reflejada en forma de juego. Muchos casos suelen ser muy crueles al decir lo que piensan, sin repudio, aquella “verdad del niño”, de la que tanto se habla. Sobre todo en lo que se refiere a descripciones personales, a asuntos familiares…

Por otro lado están los borrachos, personas que presentan en la mayoría de los casos, cierta  desinhibición causada por el alcohol. Esto provoca que no se tenga demasiado reparo en decir algunas cosas que, de ir sobrio, ni se te pasaría por la cabeza decirlas, es lo que llamamos “la verdad del borracho”.

Pero, ¿Los niños y los borrachos dicen siempre la verdad?

La negación en la respuesta a esta pregunta, es más que evidente. A pesar de que las mentiras, requieren una gran actividad cerebral que en muchos casos un borracho no está en condiciones de llevar a cabo en ese momento, muchas veces, transmite su quimera en su discurso. Un niño al igual, emite mentiras a diversos receptores con el fin de atraer la atención de las personas, para evitar un castigo cuando se les acusa de algo, etc. Los niños y los borrachos también mienten.


Solo me queda una duda, si eran verdad las palabras de te quiero, que ella me dijo aquella noche, cuando llevaba unas copas de más…

martes, 3 de septiembre de 2013

¿Improvisar o planear?

“Lo que no ha pasado a mediodía…
 puede pasar por la noche.” 
César Borgia

Hay noches inolvidables y otras para olvidar, al igual que días, que años, que horas...  ¡Quédate con las buenas y olvida las malas!.

Aquella fue una noche de esa que no te imaginas, que no planeas, que te dejas llevar por la circunstancia (al sacarte de casa un día sin ganas de nada) y la circunstancia se deja llevar por ti (según el momento).

Esa noche alguien con cierta fragancia a ron en su aroma bucal y, desde el otro lado de la barra me llamó y me preguntó:  - ¿Por qué las cosas improvisadas, muchas veces salen mejor que las planeadas?...  - Gran pregunta (respondí como forma de escaqueo particular).

Improvisar, es realizar una cosa sin preparación alguna y con los medios de los que se dispone en ese momento. ¿Eso no es de locos?, cada uno que valore a su juicio.

Siempre le he dado la razón a aquella persona, que aunque llevaba alguna copa de más, todavía eran sensatas sus palabras. Para muchas cosas de la vida cotidiana, la improvisación es fundamental, te hace ser diferente, original, se consigue naturalidad, espontaneidad, evita la monotonía… que en muchos casos el planeamiento no puede conseguir.

Seguramente a ti también te ha pasado más de una vez, cosas que no planeas, al final salen mejor que cualquier realidad planeada.  ¿Por qué?

No hay ninguna fórmula para averiguarlo, por un lado la planificación te permite conseguir un mayor éxito a la hora de plantearte alcanzar un objetivo concreto, aunque pierde la esencia que hace especial lo inesperado, es necesaria, ya que complementa nuestra forma de crear, de repentizar... de llevar a cabo una planeada improvisación.

         Por el contrario, la improvisación en sí misma, te lleva a la libertad, al libertinaje... te permite cerrar los ojos, dejarte llevar por el momento, por la situación, por la circunstancia… y poder volar por el mundo disfrutando, sin pensar ni tener miedo, a que algo pueda salirte mal.