Él era un niño
(siete años) cuando se empezó a aficionar al flamenco en el colegio de una
forma muy peculiar, ya que en los recreos casi siempre iba a ese rincón en
dónde se reunían la mayoría de alumnos de etnia gitana, con el fin de cantar
una batería de coplillas a compás de palmas por bulerías, por tangos o por
rumbas. Allí se montaba una especie de tablao flamenco durante ese período
escolar, destinado a la diversión. En dónde la mayoría de la veces, culminaba
en las filas de cada curso, al ritmo de Soy gitano, una canción revelación de
uno de los más grandes del flamenco, Camarón de la Isla.
Cada
mañana o cada tarde (ya que antes había clases por la tarde), el niño llegaba a
su casa haciendo un intento de canturreo, con lo que había escuchado a sus
compañeros. Siempre hacía una petición a sus padres, la cinta en la que se cantaba Soy gitano de
Camarón. Después de varios intentos fallidos, al final se salió con la suya. El
padre decide dar el paso de comprar esa maldita o bendita cinta, con el
objetivo de que le dejara en paz, y seguramente de hacer feliz a un niño que se
interesaba por la cosa más maravillosa del mundo, la música.
El momento de máxima tranquilidad para él, era
cuando llegaba a su hogar. Se escondía en su habitación para escuchar la cinta
tan deseada, que le había costado tener. Era un momento especial, lleno de
serenidad a la vez que de sonoridad, tal era la afición, que empezó a hacer
playback encima de esa cinta, con la guitarra que le regaló su abuela, imitando
a Tomatito.
Pasaba el tiempo y cada vez se aficionaba más
a escuchar flamenco, dejando a sus padres muy fácil el regalo de cada
cumpleaños. Así fue como fue descubriendo nuevas voces y toques a partir de
cintas regaladas y de otras grabadas. Voces nuevas (y otras no tan nuevas) que
llegaban por primera vez como regalo a sus oídos, voces como la de Parrita,
Currichi, Enrique Morente, Aurora Vargas o un joven Diego El Cigala con un
disco llamado Undebel y los toques como no pueden ser de otra manera los ponían
las guitarras de Paco de Lucía, Tomatito, Vicente Amigo y un tal José Luis
Encinas.
Y el niño empezó a soñar… el sueño era poder
conocer a sus grandes ídolos, en dónde sus manos y sus voces se unieran en una
misma fiesta flamenca. Con el paso de los años no terminó de fraguar, hasta que
su amigo el de la tienda de música (sí, el mismo al que le compró la cinta su
padre hacía ya quince años), le puso en contacto con el guitarrero manchego
Vicente Carrillo. La finalidad era la confirmación de una invitación a la
presentación de las guitarras Tomatito, en dónde se encontraría con grandes
maestros del arte flamenco.
Haciendo feliz, a ese niño que llevo
dentro...
TOMATITO
DIEGO EL CIGALA
PEPE DE LUCÍA
RAIMUNDO AMADOR
FIESTA POR BULERÍAS CON NIÑO JOSELE
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