“Tú voz con su
canción, es respetable.
La contraria también, con su silencio…”
José Manuel Díez
(Poeta extremeño,
versos extraídos
del poema Los
contrarios).
Hoy decido hablar de un tema algo complejo, en el que la
mayoría de las personas nos encontramos inmerso y que muchos días me hace
reflexionar de manera importante, sobre la forma de tomar decisiones. Es aquí
donde la razón y la emoción o lo que es lo mismo el pensamiento y el corazón,
juegan un papel primordial, que te llevarán a tomar una determinación de forma
afortunada o por el contrario desafortunada.
A la
hora de tomar una decisión, siempre buscamos respuestas más fáciles, soluciones
viables… aquellas que mayor beneficio nos puede aportar, sin tener en cuenta si
las consecuencias, que a posteriori van a ser buenas o malas. Analizando esto
(y no sé si estaréis de acuerdo), en la mayoría de los casos, nos dejamos guiar
por la decisión que nos viene desde el corazón, en vez de la que nos aporta la
razón y creemos que ésta es la adecuada. En este sentido, no creo que el juicio
que dictamina el corazón sea el más correcto, aunque en cierto modo e intrínsecamente
hablando, puede ser el correcto en cuanto a bienestar moral.
El pensamiento racional puede ser en la
mayoría de los casos más correcto o más completo que el emocional, ya que te
permite hacer un análisis más profundo y valorar los hechos de una manera más coherente, que la tendencia
afectiva. Aunque en algunos casos la razón y el corazón chocan, y el
sentimiento emocional puede al racional. Por ejemplo, cuando nos enamoramos,
las emociones son las que dirigen nuestras decisiones, y una vez terminado el
proceso amoroso, nos damos cuenta que hemos errado en muchas decisiones, al
dejarnos llevar y no tener en cuenta otras opciones diferentes y más
racionales.
Lo ideal y a la vez complicado es
conseguir una dualidad entre lo que dictamina el corazón y lo que dice la razón.
Pero esto nos llevaría muchas veces a la incertidumbre, y no sabríamos bien la
manera de actuar. Esta incertidumbre en el proceso de toma de decisiones, a mi
parecer, nos hace la vida más interesante y nos convierte en dueños de nuestro
propio destino, según nuestra forma de actuar, capaz de equivocarnos y capaz de
seguir adelante y mantener la esperanza, pese a lo que pase en relación al arbitraje
tomado.
El tiempo no es otra cosa que el mismo
movimiento, el que nos hace fuerte y nos enseña. El fin es, errar lo menos
posible, valernos de un equilibrio racional y emocional, para satisfacer
cualquiera de las cuestiones que se irán conformando a lo largo del mismo
tiempo, del movimiento y que gracias a nuestra experiencia vital, cada vez seremos
más completos en lo legítimo y en lo apasionado, o quizás no…
Casi todo tiene solución, sin errores,
todo sería más aburrido.
¡¡Déjate llevar… no dejes de pensar…!!